A Royal Affair, 2012 [En pocas palabras]

A Royal Affair 

Nicolaj Arcel

Dinamarca

2012

Pensé que A Royal Affair no sería más que una truculenta historia de amor prohibido, pero me equivoqué. Es bastante más que eso. Hay un affair, cierto, pero el triángulo amoroso no es lo fundamental. Lo fundamental es la política. La película retrata una época de superstición y oscuridad, la Edad Media no se ha terminado todavía y la Ilustración toca a la puerta de la mano del interesante Dr. Struensee. La nobleza decadente se siente amenazada y el único que puede mediar en un mundo en transición, el Rey, está irremediablemente loco. Estos elementos son suficientes para armar un espinoso enredo político que mantiene el interés de la película y sin lo cual ésta no sería más que la clásica historia de amor donde la reina tiene un amante que la ayuda a soportar las miserias de la corte.

Me gustó particularmente la aproximación a la censura. A Royal Affair plantea una pregunta que sigue vigente : ¿Puede haber libertad de prensa sin difamación? ¿Es posible gozar de los beneficios de la libertad de prensa y al mismo tiempo asegurar que nadie va a usar esa libertad para difamar? ¿Es la difamación un riesgo propio de la libertad de prensa?

Por lo demás, A Royal Affair es una película de detalles bien cuidados, guión sólido y buenas actuaciones. Está ambientada en la corte danesa de finales del siglo XVIII y la suntuosidad palaciega se aprovecha bien para construir una bonita fotografía. El espectador que disfrute viendo joyas, brocados, tapices, galerías de mármol, jardines, candelabros enormes y gente con peluca no saldrá decepcionado. Aún así, algunas escenas me parecieron francamente clichés: miradas furtivas en los bailes, personajes espiando desde las ventanas. O quizá no son clichés. Quizá simplemente la vida misma en esa época era una seguidilla interminable de esas pequeñas rutinas.

 

M. Dolores Collazos

Cinderella, 2015 [En pocas palabras]

Cinderella

Kenneth Branagh

Estados Unidos

2015

Excelente adaptación. La apuesta visual es enorme, la película es muy agradable de ver.  Todos los actores son convincentes en sus (muy) estereotípicos papeles: Cenicienta es encantadora, el Príncipe es noble y gallardo, las hermanastras son mezquinas y melindrosas, el hada madrina es generosa y Cate Blanchett… bueno, Cate Blanchett es simplemente impecable como la hipócrita y ruin stepmother.

Con todo, hay que decir que es una adaptación muy literal. Salvo por un par de detalles menores, no hay nada nuevo, refrescante o revisionista en esta versión. Es el mismo cuento de hadas que nos han contado una y otra vez. Entonces, si el espectador quiere aproximarse a la historia de Perrault desde una perspectiva original, esta no es su película.

Ver Cinderella con los ojos de la adultez puede ser problemático.  La historia original defiende unos valores que hoy son cuestionables y la película, al ser literal, hace lo mismo. La protagonista confunde amabilidad con falta de carácter y valentía con resistencia al abuso. La intervención del hada madrina, único golpe de suerte de nuestra heroína en medio de tanto infortunio, no consiste en liberarla del infierno en el que vive sino en proveerle todo para irse de fiesta, sin importar que “con el eco del último campanazo que indica la media noche” la magia termine y ella deba volver a su rutina de humillaciones y desdicha. A este respecto, hubo una escena especialmente difícil de digerir:  se suponía que “Cenicienta” era un apodo cruel inventado por las hermanastras en un arranque de agudeza, pero cuando el Príncipe le pregunta su nombre ella dice, fuerte y claro, casi con orgullo, que se llama Cinderella. Olvida que no es Cenicienta sino Ella. Fue Ella como la bautizaron sus padres y como la llamaron amorosamente durante la primera media hora de la película. Entonces de alguna manera, a fuerza de repetírselo, las hermanastras han conseguido que olvide quién es y admita sin reparos la identidad insultante que le fue asignada. Y bueno, ver cómo una mujer asume pasivamente su propia degradación no es fácil. Al final se casa con el Príncipe encantado, es cierto, pero eso no cambia las cosas.

M. Dolores Collazos