Cinderella
Kenneth Branagh
Estados Unidos
2015
Excelente adaptación. La apuesta visual es enorme, la película es muy agradable de ver. Todos los actores son convincentes en sus (muy) estereotípicos papeles: Cenicienta es encantadora, el Príncipe es noble y gallardo, las hermanastras son mezquinas y melindrosas, el hada madrina es generosa y Cate Blanchett… bueno, Cate Blanchett es simplemente impecable como la hipócrita y ruin stepmother.
Con todo, hay que decir que es una adaptación muy literal. Salvo por un par de detalles menores, no hay nada nuevo, refrescante o revisionista en esta versión. Es el mismo cuento de hadas que nos han contado una y otra vez. Entonces, si el espectador quiere aproximarse a la historia de Perrault desde una perspectiva original, esta no es su película.
Ver Cinderella con los ojos de la adultez puede ser problemático. La historia original defiende unos valores que hoy son cuestionables y la película, al ser literal, hace lo mismo. La protagonista confunde amabilidad con falta de carácter y valentía con resistencia al abuso. La intervención del hada madrina, único golpe de suerte de nuestra heroína en medio de tanto infortunio, no consiste en liberarla del infierno en el que vive sino en proveerle todo para irse de fiesta, sin importar que “con el eco del último campanazo que indica la media noche” la magia termine y ella deba volver a su rutina de humillaciones y desdicha. A este respecto, hubo una escena especialmente difícil de digerir: se suponía que “Cenicienta” era un apodo cruel inventado por las hermanastras en un arranque de agudeza, pero cuando el Príncipe le pregunta su nombre ella dice, fuerte y claro, casi con orgullo, que se llama Cinderella. Olvida que no es Cenicienta sino Ella. Fue Ella como la bautizaron sus padres y como la llamaron amorosamente durante la primera media hora de la película. Entonces de alguna manera, a fuerza de repetírselo, las hermanastras han conseguido que olvide quién es y admita sin reparos la identidad insultante que le fue asignada. Y bueno, ver cómo una mujer asume pasivamente su propia degradación no es fácil. Al final se casa con el Príncipe encantado, es cierto, pero eso no cambia las cosas.
M. Dolores Collazos