Tulen Morsian
Saara Cantell
Finlandia
2016
Anne tiene 16 años y su sensualidad está a flor de piel. Quiere explorar, sentir y vivir: quiere un amante. Pasa las horas pensando en el hombre magnífico que aparece en sus sueños, recorre los campos pensando en él y le cuenta a sus amigas que sintió deseo nada más al verlo. No sólo lo ve en sus sueños sino también en las flores que arranca cuando pasea por los senderos, en las hojas amarillas de los campos, en las espigas doradas que acaricia con la punta de los dedos. Lo ve incluso cuando interpone un trozo de parafina entre la luz de una vela y la pared y se proyecta una silueta masculina que la hace estremecer. Un día este hombre de ensueño llega a la aldea de Anne a bordo de una balsa; ella sabe que es su hombre y aunque sus amigas la llaman a la sensatez Anne dice que se trata de un amor predestinado y feliz, un encuentro inevitable porque está escrito en las estrellas. El problema es que Anne vive en una pequeña isla de Finlandia en donde todos se conocen, corre el año de 1666 y el hombre de la balsa está casado.
En la aldea de Anne también hay personajes oscuros. Está el reverendo, que goza arrancándole la virtud a las muchachas a la fuerza –es decir, las viola– al tiempo que predica sobre los peligros de la carne desde el púlpito; o el juez, que ha iniciado una cruzada contra la brujería y no le tiembla la mano para torturar y castigar. Esta pequeña comunidad supersticiosa y puritana se convierte entonces en el caldo de cultivo perfecto para las acusaciones infundadas, los testigos falsos, las exageraciones y las confesiones bajo tortura. Todo muy Las brujas de Salem.
El juez es el personaje más interesante. Es un hombre recto –lo que sea que eso signifique en este contexto– que trata de cumplir a cabalidad con la función que le fue encomendada: descubrir todas las acciones del diablo. El problema es que tiene muy poca información sobre los detalles del actuar del demonio y le cuesta distinguir qué acciones son demoníacas y cuáles no. Equivocarse es muy fácil; el juez se debate siempre entre condenar a un inocente o dejar escapar información crucial, por eso está obsesionado con los detalles. El juez siempre quiere saber más, más y más detalles. Quiere saber cómo es convertirse en animal en las noches, cómo es volar en una vaca o cómo es encontrarse con Satán. Quiere saber cómo, dónde y cuándo se siente la lujuria. Su obsesión con los detalles lo priva de ver el panorama general: su problema no es ignorar los métodos que el demonio emplea para seducir sino tratar de aplicar el pensamiento racional a una empresa completamente irracional.
La imagen del juez desesperado, acosado por sus dudas, debatiéndose entre ser un justiciero o un asesino, me hizo pensar en la importancia del pensamiento racional y la perspectiva humanista en la justicia. Es un gran avance de la modernidad que hoy cuestionemos abiertamente la moralidad de la pena de muerte o la efectividad de la tortura en los interrogatorios, y aunque el Derecho penal a veces nos parezca permisivo e ineficaz, es el resultado de priorizar los derechos fundamentales sobre los fines del Estado. Abogar por un Derecho penal (exclusivamente) represivo significa renunciar a conquistas básicas de la modernidad y borrar de un plumazo siglos enteros de pensamiento humanista.
Dicho lo anterior, esperaba más de esta película. Saara Cantell, la directora, ha sido ampliamente celebrada en su país, Finlandia, así que pensé que esta película mostraría una perspectiva original de la cacería de brujas en los países nórdicos o de la vida de las mujeres en comunidades rurales, dogmáticas y oscurantistas, pero no fue así. Es una película más bien lenta, casi aburrida, sin mucha tensión. Ciertamente rescata un episodio triste e interesante de la historia finlandesa (está basada en hechos reales) pero no aporta nada muy distinto de la reflexión que deja, por ejemplo, Las brujas de Salem.
María Dolores Collazos