Knives Out, 2019 [en pocas palabras]

Knives Out. Una hermosa familia. (Fuente: IMDB)

Hace poco hablaba con Andrés sobre los testamentos. Me decía, medio en chiste medio en serio (así es él con todo), que las ayudas para los empleados que corren el riesgo de contagiarse de COVID por ir a trabajar deberían incluir consejería legal gratuita para el que quiera redactar su testamento. Si uno está un paso más cerca de la muerte por ir a trabajar, decía Andrés, un acto de decencia mínima del empleador es ayudar a su empleado a dejarlo todo en orden. Andrés hablaba y yo me imaginaba montones de gente enloquecida tratando de aprovechar la oferta, preguntándose por primera vez en la vida cómo se redacta un testamento o cómo hacer para dejarle todo al gato.

En la cultura popular otorgar testamento es el acto por excelencia del que quiere reír de último y reír mejor. El viejito millonario cansado de que sus hijos lo adulen por interés, de que sus nueras y yernos se froten las manos pensando en su entierro y de que sus nietos lo parasiten tiene una solución elegante en el testamento. Sólo es escribir un papel diciendo que le deja todo su patrimonio al vecino, a un empleado, a la señora que pide limosna afuera de la iglesia o al que sea con tal de no darle gusto a los buitres de la familia. Después sólo tiene que esperar. Pienso en Clint Eastwood sentado en su sillón de abuelo, rifle en mano, viendo desde el más allá la cara de su nieta cuando le deja su Gran Torino de 1972 a Thao Vang Lor y no a ella.

En Knives Out hay un testamento. También hay un escritor de misterio multimillonario, unos hijos mediocres, unos nietos pretenciosos y una nuera con la cara artificialmente estirada. Hay una enfermera, un ama de llaves, una anciana senil, dos policías no muy sagaces y un detective que no sabe ni por qué está ahí pero ahí está y tiene que hacer su trabajo. Hay una hermosa casa campestre de ribetes neogóticos y un exitoso negocio editorial. Hay una muerte, una fiesta y un affaire. Hay discusiones, conversaciones tensas, amenazas, una gotica de sangre y buenas razones para sospechar de todos. La mesa está servida para rendirle homenaje a Ágata Christie, Hercule Poirot, Sherlock Holmes y hasta a Angela Lansbury.

Pero no se trata de un homenaje solemne sino todo lo contrario: Knives Out se suma al género thriller sin tomárselo en serio, sin protocolo y sin misticismo, con mucho humor negro y detalles cómicos en su justa medida. La composición de la familia es de risa. El muchacho de la Alt-right es primo de la muchacha que estudia no se sabe qué cosa postmoderna-Castrista-feminista en una Universidad carísima y ellos a su vez son primos del playboy arrogante. Todos son nietos del escritor de misterio y bisnietos de la anciana que habla sola (muero de ganas de ir a una cena con esta familia).

Lo mejor de la película, en mi opinión, es el subtexto. Con la excusa de resolver un crimen el guión revela poco a poco que su verdadera intención es satirizar a la clase alta conservadora de Estados Unidos. Es chistoso ver a los Thombey posando de gente seria y desinteresada pero muertos de miedo de tener que salir a conseguir trabajo. Cómo no reírse de un montón de hipócritas al borde del colapso que no pueden darse el lujo de estallar porque ellos son gente divinamente y nada más vulgar que el amor por la plata. No tienen problemas con la inmigración salvo si es ilegal porque trabajar sin papeles es un acto criminal (¡el peor de todos, por Dios!) y no entienden cómo puede haber gente que elige llegar sin visa al país cuando podrían elegir tener sus papeles en regla. Le dicen a la enfermera latinoamericana que es como de la familia pero nadie se ha tomado la molestia de aprenderse de qué país viene. Todos nacieron with a silver spoon in their mouths pero se consideran gente hecha a pulso cuyo éxito está vagamente relacionado con el negocio familiar, y aquí es imposible no acordarse del trino de Sandra Borda describiendo la Convención del partido republicano del 2020: “Toda la familia Trump dando cátedra sobre cómo se logran las cosas a puro pulso, sin ayuda de ningún tipo”.

Los Thrombey serían votantes de Trump, sin duda.

María Dolores Collazos

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